Carta póstuma a mi padre:
Acompañada de tu voz, amada por tu presencia sonora, nada más quiero. De pronto, todo me basta y me es suficiente. Imaginarte solo, terriblemente apartado de tus seres queridos, sentado frente a una de las tantas grabadoras que solías poseer y leyendo poemas de Pessoa y míos me llena el pecho de húmeda tristeza. La música con la que acompañas los poemas se presenta ante mí como el cuadro donde segundo a segundo se van hilando los mejores momentos de mi vida a tu lado.
Gracias a ti, el huayno es una lágrima longeva e inmensa que me contiene. Espero en vida haberte dado todo el amor que había en mí para ofrecer y que así lo hayas sentido. Desde ya te digo que moriré pronunciando el dulce sabor de tu nombre. Y si a la nada he de volver, ahora ésta va moldeada por la anchura del espacio de tu abrazo.
Fuiste un artista que jamás renunció al sueño de habitar este mundo mediocre y hostil de manera absolutamente genuina. Ahora puedo decirte sin la menor duda que fuiste un cantante y guitarrista de primer orden. También un maestro de la sensibilidad. La delicadeza de tu voz al leer “Tabaquería” de Pessoa y sus otros poemas no tiene comparación. Atesoraré estas cintas hasta el último día de mi vida.
Le diste tanto a tu familia que aún después de haber partido tu ausencia es presencia continua. Por favor, visítame, quiero encontrarte en mis sueños, abrázame nuevamente y cántame como lo hacías cuando era niña. Somos tan parecidos que si la reencarnación existiera seríamos labios inseparables de una misma boca. Ningún hombre tendrá tu humildísima elegancia, tu olor, tu manera tan sencilla de ayudarme y comprenderme. Una pérdida como la tuya justifica la demora de un sol, cabizbajo de no verte ya más marchando en su horizonte.
Quiero creer que tu soledad no siempre fue tan dura por el bien de mi propia consciencia, de lo contrario enloquecería con mucha facilidad. Tu voz será escuchada por gente muy especial y a través de estas cintas, que algún día saldrán a la luz, entrarás silenciosamente en el alma de quienes como tú van por la vida sin respuestas definitivas, compartiendo de la forma más hermosa su vasto pesar.
El proyecto de mezclar mis poemas con la música que te encantaba es el mejor homenaje que alguien me haya hecho en esta vida. Tu partida fue tan rápida, tan cruel y tortuosa que yo tuve que morir antes para poderte ayudar a cruzar a ese otro lado, al reino de lo desconocido e incierto. Te vi abrir los ojos segundos antes de irte para siempre y no hay negrura que se compare a la oscura intensidad con que tus ojos se aferraban, desesperadamente, al último resquicio de tiempo y de luz. Tu mirada se hundió en la mía como agua tranquila, despidiéndose de a pocos hasta por fin desaparecer. Anticipándote a esto, tal vez, lo último que escribiste, cuando ya no podías hablar por la dosis de cedantes, encierre el significado más profundo de tu inevitable partida: “Cuando llegue el final, yo…”
En uno de los versos de Pessoa que tan bien leíste dice que quien en vida nunca supo cómo satisfacer del todo su inmensa necesidad de afecto, muere, porque sólo convertido en “esfinge” podrá ser amado eternamente. Pues cada día, eres para mí esa esfinge invisible a quien espero darle tanto calor humano o más del que incansablemente me nació brindarte en vida.
Gracias, papá, por existir y haber sido exactamente como fuiste hasta el final. Fuiste y seguirás siendo la persona a la que he admirado y amado más en este mundo. Nunca podré agradecerle a James lo suficiente por haber puesto hoy en mis manos este equipo musical que lee casetes. Si no hubiera sido por este impulso suyo y también por su gran pasión por la música, este encuentro con tu voz, tu pasión, tus alegrías y penas, tal vez habría tardado más en acontecer o no habría sucedido nunca.
Por ti me hice poeta, porque nadie como tú me enseñó a amar con ojos sumamente inocentes la naturaleza, el hombre, y las cosas que lo rodean. Te mando el fuego contenido en cada palabra escogida en cada una de tus lecturas, para que que alumbres con éste cualquier opacidad en tu sepultura; y, a su vez, te abrigue cuando tus huesos se enfríen. Pasajero en trance siempre serás, y cuando descanses lo harás en la copa del árbol más alto.
Aquí tienes mi recuerdo y mi vida,
Lena (tu hija que hoy debido a tu voz resucitó de entre los vivos)
Nueva York, 20 de marzo de 2013
Hablas por mi tambien. Mi cariño a la distancia. E. Nuñez Del Prado