En octubre del 2010. A las afueras del mausoleo de Manuel E. Rionda. A la espera de mi turno para leer una “calaverita”.

Por si la quieren leer, aquí se las dejo: 

Calaverita para Don Manuel E. Rionda (1889-1950)

(Dueño de compañía azucarera)

Don Manuel con tanta azúcar
endulzó a medio mundo
menos a Doña Parca
que gusta de mieles, sí,
que gusta de cañas,
pero llenas de sangre y alma

Una noche, Don Manuel caminaba
pensando en Cuba y en sus cañaverales
cuando a Doña Parca sentada vio
lamiendo la melaza en un carrizo olvidada

 Don Manuel retiróse muy despacio
mientras Doña Parca, riéndose, lo observaba:
“¿Adónde vas Manuel E. Rionda, adónde vas,
si tu dulcísimo jugo aún no he saboreado?”

Así, pues, Doña Parca y Don Manuel,
embriagados de empalagosa melada
marchan juntos:
La Huesuda, contenta de regresar a casa;
Don Manuel,
su final desventura, dulcificando

Templo del sol en Teotihuacán

La próxima vez subiré hasta la explanada para contemplar una vista que intuyo espectacular.

Esta vez, el calor y mi cobardía pudieron más que mi sincera e imperante voluntad de trepar hasta el final.

Lo que vi de México en Teotihuacán y el Museo Antropológico hace que hasta ahora no pueda dormir soñando con los dioses de la muerte, de la danza y , principalmente, con la gigantesca serpiente emplumada.

El apuesto Chacmol meditando si valdrá la pena interceder por los hombres ante los dioses…