Fragmento del Diario apócrifo de Alejandra, a propósito de su encuentro con Martín en el cine Cosmos (el de la salita roja), en el segundo de sus perturbadores sueños:
Cuando llegué al Cosmos, Martín ya tenía media hora esperándome. Habíamos quedado en ver La Strada. Al entrar nos dimos con la sorpresa de que las butacas y las paredes rojas habían cambiado completamente de posición, parecían haber retrocedido y daban la impresión de estar aguardándonos, como si nosotros fuéramos a ser su función.
La sala estaba vacía, pero la atmósfera que se respiraba allí dentro era espesa, como si en vez de aire uno inhalase sangre.
Agarré a Martín por una de las mangas de su saco (creo que fue la derecha), y lo forcé a huir. Él se resistió. Me dijo que quería ver cuál sería su papel, que si el de Zampanó o el del loco del violín, que cuál creía yo que le iba mejor.
Nunca pude entender el ensimismamiento de Martín, era como si de repente, se vaciara y se fuera volando. Todavía asustada, me senté en una de esas butacas intimidantes y lo animé a que hiciera el del loco. Entonces, violentamente, cogió mi pie izquierdo, lo puso sobre su hombro derecho y empezó a raspar con su quijada, justo allí, en la antípoda de mi talón. Yo solo lo contemplaba, como si en sus ubicuos ojos pudiera encontrar una brecha de luz, extendida hacia mí en forma de rampa, para así subir por ella y desaparecer en sus adentros, con la rapidez y ligereza de una repentina bocanada.
Pero he abierto los ojos. Entre nosotros, todavía, todo sigue siendo abismo tenebroso.
Sábado 7 de junio de 2003.
A.
«…la atmósfera que se respiraba allí dentro era espesa, como si en vez de aire uno inhalase sangre»
auch…
utilizas muy bien las palabras.