Gracias a Audioteca.
Gracias a Audioteca.
hoy me acurrucaría bajo una amplia tarantela de ávidos gusanos
les dejaría zanjar mis poros y agujerear mis órganos intactos
hoy a un cuarto para las cinco de la tarde comprendería
el áspero perfume de la rosa hundida en mi garganta
la falsa suavidad de sus pétalos simétricos
el veneno espeso de su polen
al levantar la mirada, observaría
el hipnótico ser y seguir siendo de los pájaros en círculos y en vuelos
y me sentiría tan pequeño, tan ridículo
que estar de pie me haría desfallecer
hoy el sol quedó atrapado entre su ardor y la majestuosa noción de sí mismo
me lo dice el amarillo pálido de su lento adiós
secuestrando en su famélica luz
las alturas y los grises de imponentes rascacielos
cruza una voz
desnuda de labios y de cuerpo
un hombre yace a orillas del mar
minuciosamente
unas gaviotas observan sus despojos
y en cada voraz picotazo
van dando fin
al menudo y mortal escenario de los sueños
Este poema es algo así como una suma de trágicas sentencias. Uno de los mejores que he leído de esta excelente poeta.
hay heridas que las abre el propio cuerpo
heridas que solo cierran si hay otra más próxima
Elegía a Nelly Narro YonPak:
una bala invisible
veo
partir tu pecho
entre tus carnes
el espejo ansioso
de proyectar
el gesto último
de tus ojos bien abiertos
no estuve allí,
no estoy,
y así será siempre
las puertas de mi casa
jamás serán las mismas
les faltará el apremio
de la ternura
tantas veces te oí
de lejos
sin poder acercarme
nunca lo suficiente
debí haber fusilado tanto silencio malsano
debí haber corrido a tiempo a enjugar
lágrimas solitariamente engullidas
Nueva York me carcome esta noche
con dientes afilándose en una ausencia
que ya no mudará de estado
Nelly,
te quedarás
así no quieras
en el olor
en el sabor
en el recinto de este añejo paladar
donde a la hora de tu partida
le invade
una nostalgia
grave
inusual
la imagen de unas manos afanosísimas
tratando de expulsar el dolor de mi cabeza
cuando era yo
quien tendría que haberte masajeado el alma
una y mil veces,
a ti, jinete incólume
del mundo y sus punzantes días inertes
antes de decirte adiós,
Nelly, mujer, gordilla,
levanto ante ti mi sollozo
de horas mutuas
sentadas en el ágape
de un hondo cariño
y bebo,
en nombre
de tu voz
diluida bajo la tierra,
en nombre de la dicha
desprendida de bailes esporádicos,
en nombre del amor
que viviste
sin darle la espalda
un segundo
a su fatídica guadaña