Poema que nació en mi modesta oficina en City College

 

hoy me acurrucaría bajo una amplia tarantela de ávidos gusanos
les dejaría zanjar mis poros y agujerear mis órganos intactos

hoy a un cuarto para las cinco de la tarde comprendería
el áspero perfume de la rosa hundida en mi garganta
la falsa suavidad de sus pétalos simétricos
el veneno espeso de su polen

al levantar la mirada, observaría
el hipnótico ser y seguir siendo de los pájaros en círculos y en vuelos
y me sentiría tan pequeño, tan ridículo
que estar de pie me haría desfallecer

hoy el sol quedó atrapado entre su ardor y la majestuosa noción de sí mismo
me lo dice el amarillo pálido de su lento adiós
secuestrando en su famélica luz
las alturas y los grises de imponentes rascacielos

                         cruza una voz
                        
desnuda de labios y de cuerpo

 un hombre yace a orillas del mar

minuciosamente
unas gaviotas observan sus despojos
y en cada voraz picotazo
van dando fin
al menudo y mortal escenario de los sueños

Una modesta elegía para un ser que ayer 21 de agosto partió y a quien quise mucho.

Elegía a Nelly Narro YonPak:

una bala invisible
veo
partir tu pecho

entre tus carnes
el espejo ansioso
de proyectar
el gesto último
de tus ojos bien abiertos

no estuve allí,
no estoy,
y así será siempre

las puertas de mi casa
jamás serán las mismas
les faltará el apremio
de la ternura

tantas veces te oí
de lejos
sin poder acercarme
nunca lo suficiente

debí haber fusilado tanto silencio malsano
debí haber corrido a tiempo a enjugar
lágrimas solitariamente engullidas

Nueva York me carcome esta noche
con dientes afilándose en una ausencia
que ya no mudará de estado

Nelly,
te quedarás
así no quieras
en el olor
en el sabor
en el recinto de este añejo paladar
donde a la hora de tu partida
le invade
una nostalgia
grave

inusual
la imagen de unas manos afanosísimas
tratando de expulsar el dolor de mi cabeza
cuando era yo
quien tendría que haberte masajeado el alma
una y mil veces,
a ti, jinete incólume
del mundo y sus punzantes días inertes

antes de decirte adiós,
Nelly, mujer, gordilla,
levanto ante ti mi sollozo
de horas mutuas
sentadas en el ágape
de un hondo cariño

y bebo,

en nombre
de tu voz
diluida bajo la tierra,

en nombre de la dicha
desprendida de bailes esporádicos,

en nombre del amor
que viviste
sin darle la espalda
un segundo
a su fatídica guadaña