Elegía a Nelly Narro YonPak:
una bala invisible
veo
partir tu pecho
entre tus carnes
el espejo ansioso
de proyectar
el gesto último
de tus ojos bien abiertos
no estuve allí,
no estoy,
y así será siempre
las puertas de mi casa
jamás serán las mismas
les faltará el apremio
de la ternura
tantas veces te oí
de lejos
sin poder acercarme
nunca lo suficiente
debí haber fusilado tanto silencio malsano
debí haber corrido a tiempo a enjugar
lágrimas solitariamente engullidas
Nueva York me carcome esta noche
con dientes afilándose en una ausencia
que ya no mudará de estado
Nelly,
te quedarás
así no quieras
en el olor
en el sabor
en el recinto de este añejo paladar
donde a la hora de tu partida
le invade
una nostalgia
grave
inusual
la imagen de unas manos afanosísimas
tratando de expulsar el dolor de mi cabeza
cuando era yo
quien tendría que haberte masajeado el alma
una y mil veces,
a ti, jinete incólume
del mundo y sus punzantes días inertes
antes de decirte adiós,
Nelly, mujer, gordilla,
levanto ante ti mi sollozo
de horas mutuas
sentadas en el ágape
de un hondo cariño
y bebo,
en nombre
de tu voz
diluida bajo la tierra,
en nombre de la dicha
desprendida de bailes esporádicos,
en nombre del amor
que viviste
sin darle la espalda
un segundo
a su fatídica guadaña