Cuarta carta:

Su nombre no me llama la atención. Es un nombre de cuatro
letras, simétrico, con dos vocales y consonantes, como
el mío. Su apellido se libró de ser Paterson, uno de
mis poemarios predilectos, por solo la e inicial.

Es flaquito, lúgubre, y de espaldas, pegado al muro,
puede pasar desapercibido. Pero cuando habla, cuando
abre esos ojos inmensos que contrastan con una piel
muy cálida y lisa, su cuerpo resplandece y transmite
un coro de soles.

¿Cómo es que en menos de cinco días, una conversación
nos puede haber marcado al punto de necesitar vernos
urgentemente, y en el cementerio?

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