"Llené las manos de arena, la llamé oro, y abrí las manos para que toda ella se escurriera."
Fotografiar el Centro de Lima
aquella noche (hace unas semanas) fue como tratar de capturar el lado más sombrío, impenetrable y sucio del sol, como haber invadido el polvo de un silencio antiguo, aposentado en la opaca elegancia de una decadente casona.