Hoy me ocurrió algo totalmente inesperado. Al subir al tren 1, me topé con Rufus Wainwright. Él se sentó en el asiento del frente. Lucía como una estrella ofuscada en medio de un lodazal. Mientras lo miraba a escondidas e iba escuchando «Bitches brew» de Miles Davis, me percaté de que Rufus llevaba un polo del Quijote!! Esto me animó a tomar valor y atajarlo, pero, después de imaginar y carburar una miríada de posibilidades de acercamiento, llegó el paradero de la calle 86, él se paró y se hizo humo.
Mientras el vagón emprendía su carrera, yo me preguntaba: por qué dejaste pasar la oportunidad de decirle algo original acerca de su música o de su voz? o, al menos hacer un comentario de su polo pintoresco? o, ya, por último, por qué no sacaste «Las novelas ejemplares» de Cervantes que tenías en l bolso a ver si picabas su curiosidad? Tantas posibilidades sin solución…no sé por qué esta historia mínima me transporta a la secundaria, cuando mi profe de matemáticas trataba de que me entraran las permutaciones y yo siempre me perdía en medio de las bolas verdes, rojas y negras, como hoy entre un cúmulo de interrogantes.