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Algunos acercamientos a Blanco es el sueño de la noche

Algunos acercamientos a Blanco es el sueño de la noche

Blanco es el sueño de la noche entrelaza tres imágenes que definen el libro:

La imagen del blanco

La imagen del sueño y

La imagen de la noche

Tres imágenes que comparten la idea de lo abierto, un espacio privilegiado abierto a todas las posibilidades, a lo desconocido y a la vez  a la posibilidad/necesidad/imperativo de crear, inventar, interpretar, libre de trabas, del control, de la razón, de los límites de la realidad circundante.  El blanco, el sueño y la noche son los lugares donde nos quitamos las máscaras y el ropaje con los que nos enfrentamos con las instituciones sociales, para andar de día por la sociedad con sus normas, sus reglas y sus artificios; es en el blanco, en el sueño y en la noche donde quizás, nos descubrimos y nos creamos, donde nos alejamos de la sociedad, del grupo, para regresar al yo solitario que nos define, al Narciso, al espejo.  Como dice el epígrafe que Retamoso toma de Lorca: “Cuánto daría porque lo que tengo que no es mío muriera y dejara vivir a mi espíritu que soy yo” cuyo significado la poeta recalca gráficamente haciendo que las letras vayan subiendo desde el pie de la página hacia arriba para morir en la cúspide, en el afuera, y bajar al pie de la página en el rincón y vivir en el yo íntimo.

El libro está dividido en seis secciones: Blanco, Sueño, Locura, Anomalía, Noche, y Blanco. Cada una es una imagen que nos descentra, que nos lleva a los márgenes, a la frontera entre la realidad diaria y el mundo intimo, personal, donde “el horizonte  se abandona en sus contornos”, donde se plasma la creación. Y el libro comienza y termina con “Blanco,” en un círculo espiral en que el orden del título del primer “Blanco” se dispersa en las letras giratorias, los “signos en rotación” del “Blanco” de la última sección.  El blanco de antes y después de la vida,  del “agua de origen y  cenizas”  (“Walking Around”) para usar el verso de Neruda.

La triple imagen del blanco, del sueño y de la noche  ofrece la invitación a crear, a crearse, y a la vez impone la necesidad de dar forma a lo informe, de anidarse en la materia, en la palabra y en el cuerpo del amante.  Como dice la poeta en el poema “Si pudiera encontrarte”: «Si mi lenguaje se impregnara en los objetos y al irme velaran por mí las metáforas» (21)

Y de nuevo en el poema “Puertas”, ambos títulos, notamos,  imágenes de la búsqueda, del deseo del encuentro con la materia:

 

las palabras solo saben estar solas

y nosotros,

adentro

 

Esta tentativa de materializar, de verbalizar, el encuentro creativo supone el riesgo del solipsismo, del abrazo de “Narciso envuelto en Eco/ Eco consumiéndose en Narciso” resultando en una “historia de las piedras”, (20) en una “muralla silente” (21), en vez de la vitalidad comunicativa de la creación. Esta triple imagen del blanco, el sueño y la noche que significa la liberación, encierra a la vez, entonces,  el temor y el peligro: “la angustia de ser feliz” (21), una de las muchas imágenes antitéticas, oximorónicas, que recorren el libro: “los besos son sepulcros alegres” (17); “Me dices que no vendrás / pero has venido” (27).

La noche ruge, la luna es un colmillo de luz prodigiosa, Narciso grita al verse en el espejo; y la hablante pide al silencio que “cauterice mi pena con el ardor de tus innumerables esquirlas” (71).

Esta tentativa de darle forma, de materializar y encarnar el blanco sueño de la noche, es el leitmotiv del tomo expresado en esta imagen de “una luz / perdida/ entre la noche/ y mi mano” (19), esta mano que agarra la luz escribiendo las palabras que la contienen: “una luz en la punta de la boca” (19) que espera que encuentre las palabras que le den sustancia.: “Hice del amor un sonido” (20)

Esta materialización de lo informe se da en dos ámbitos, que resultan ser los dos temas inseparablemente entrelazados que unen los poemas del libro: el amor y la expresión, la poesía: el sueño se hace concreto en la interacción de las palabras del texto en el lienzo de la página y a la vez en el abrazo de los cuerpos de los amantes:

Fíjense en cómo la poeta entreteje el amor y el lenguaje para expresarlo:

 

sultán

desde esta ventana

con las manos en el pozo del llanto

y los pies entumecidos en la morada de tus últimas

huellas

he de permanecer

hasta que en los bordes de mi lengua infértil vea surgir tu marea

tu saliva de barca

la bruma que corre inadvertida en la osamenta de los lápices

la tinta

esparciéndose

en la palabra (41)

 

Y otra vez:

 

he necesitado ceñir la luz

azorar el silencio

para llevar a Ia boca un gesto que dispare

la quietud con que tus ojos me devastan (73)

 

Retamoso logra plasmar la imagen liberadora del blanco sueño de la noche a través de la supresión casi completa de la puntuación (no hay mayúsculas ni puntos, apenas hay comas, pero sí algunos signos de interrogación). Ensaya el minimalismo pizarnikiano donde las palabras apenas cubren la página en blanco y utiliza como recurso ordenador y expresivo la disposición de las letras, las palabras y los versos en la página jugando con la tipografía al estilo de la poesía concreta y de los caligramas de Apollinaire. La disposición de las letras de la página inicial de la última sección “Blanco” giran alrededor envolviendo al lector en el torbellino del espacio igual que  el viento del primer poema de esta sección que  mete al lector en una divagación giratoria visual . En el poema “Si pudiera encontrarte” comunica la búsqueda juntando todos los versos corridos en una especie de párrafo que visualmente  parece prosa donde los versos como tales desaparecen  en “el follaje” gráfico para luego, separado y apartado por el espacio blanco de la página, poner el verso clave “devuélveme el lecho de tu apariencia” (21)

La poeta consigue expresar y concretizar lo inefable no sólo a través de las palabras mismas sino a través de varios recursos muy efectivos.

La relación amado-amada se refleja en el ritmo bimembre creado por la alternancia  entre versos escritos en letras itálicas y versos de letra normal como en el poema “Una luz” (19) o en la alternancia estructural utilizada en “Me dices que no vendrás”, donde los versos “me dices” alternan con el verso “nada más importa, ” entablando una conversación entre las estrofas que termina con los dos amantes cara a cara: “Me dices, te digo” (28). En “Incrustación de la piedra de la locura” [notemos el juego de palabras invirtiendo  el título de El Bosco y de Alejandra Pizarnik y sustituyendo su contrario “incrustación” por “extracción”: Retamoso se enfrenta con el espacio liberador de la locura]: en este poema dramatiza un diálogo entre Tritón que hace las preguntas y el navegante que las contesta. En  “Nocturno en London” las estrofas impares son preguntas, todas las cuales comienzan con “¿es cierto que…” y refiriéndose a London y las estrofas pares que son declarativas, enunciativas,  hablan de Nueva York, captando así no sólo la separación geográfica y experiencial de los amantes sino también logrando que las estrofas mismas entablan una conversación, ya sea  unilateral “sin respuesta”, como dicen las últimas palabras del poema. El uso del apóstrofe  en varios poemas dirige la voz directamente al amado dramatizando el encuentro. Y los juegos de palabras enriquecen el significado, juegos auditivos como: expía y espía (38), “casar” y “cazar” (29) y  el juego conceptual a través de retruécanos que invierten la relación entre sujeto y objeto: “con tu boca en mis ojos/con mi boca en tus ojos; con tu boca en mi boca/ con mi boca en tu boca,” etc.  (38) “me dices que no puedo verme / pero me has visto” (27)  enfrentando los amantes con el “me dices, te digo”  (28).

Capta la experiencia erótica a través de un sinnúmero de imágenes: imágenes sensuales: “blanca la noche en que recuerdo / tus manos venir como sedas vertiginosas” (17); “con el mismo vahído que lleva al cisne a desposar violentamente las aguas” (19); “con tu boca en mi boca el último aliento de los dioses / con mi boca en tu boca breve fiesta de cardumen” (38); imágenes sinestésicas “el deseo lame el rescoldo / de una petrificación imposible” (39) “dulce estremecimiento de hielo” (74), onomatopéyicas “el vuelo raudo de ávidas abejas” (27); “álgido alcanfor de carrozas” (39) [Tánatos y Eros unidos].

Y capta el final de la relación amorosa en que sólo queda la forma hueca sin el sueño, sin el espíritu:

 

y mi mano

es un capullo

amordazado

por la ranura de aire

en que dejaste

respirando

aún

tus palabras (46)

 

tu cuerpo se deshizo entre mis manos

y me dejó el crujido

de hojas secas (47)

 

La poeta encadena estas imágenes a veces complejas a través de una sintaxis directa, y un lenguaje sencillo que facilitan la lectura. Los versos libres fluyen rítmicamente por repeticiones anafóricas:

 

blanca la piel que descubre al horizonte abandonarse en sus contornos

blanco el grito de Narciso frente al espejo

blanco el día en que tu cuerpo

hace de mis espinas un racimo de flores…

 

Estas enumeraciones paralelas y rítmicas golpean el oído una detrás de otra creando una tensión creciente solo aliviada con los últimos versos:

 

como tobogán de luz por el cual desciende tu aliento

como silencio que taconea sobre el vientre expuesto de mis labios

como violín que extiende la alegría tranquila de una guitarra

[hasta convertirla en espasmo

como mano que acaricia vertiendo escarpadas colinas hechas de

[pestaña

como voz de Oriente amordazada a inesperados pasos

como flor que muere en el húmedo huerto de tu montuosa

[cabellera

como prado suspendido entre mareas cristalizadas

así, yo cierro los ojos

y tu beso es pasto

donde el viento no corre

ni el frío se congela  (36)

 

Este es un poemario donde las palabras expresan y comunican simultáneamente por su sonido, por sus reminiscencias intertextuales, por su ritmo y su presencia pictórica, cumpliendo el dictum bretoniano en que las palabras hacen el amor.

Blanco es el sueño de la noche es un libro muy logrado de una joven poeta que ha demostrado su sensibilidad poética enfrentándose con el reto de  captar lo inefable con ese instrumento tan deleznable que es el lenguaje y ha conseguido que las palabras estallen con todo su esplendor mágico.

Marlene Gottlieb.

Marlene Gottlieb, Ph.D.

Chair, Modern Foreign Languages

Manhattan College

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