Hoja inmóvil
Finges,
Jamás les darás a mis palabras
El rostro exacto de su agonía.
Tu blancura es ciega y movediza
La noche encoge sus piernas
Mientras el atardecer
Se desprende
De mis mejillas
Como baba misteriosa
Los oídos de Eco
Lamiendo el pulso de mis ojos
Hoja inmóvil
Finges,
Eres tú quien empuña
El sueño afable contra mis dedos
Eres tú quien me ama
Cosiendo el dolor que aún me falta
El vuelo interrumpido
En la herida oculta de una paloma
Hoja inmóvil
Ósea textura
Apenas yo
Grillo
Infame
En la noche oscura de tu boca
Este poema en particular es muy especial para mí porque lo empecé a hilvanar la penúltima noche en que vi aún vivo a mi padre. Hoy 25 de julio de 2012 ya ha pasado más de un mes de su fallecimiento y no hay nada en el mundo que aparte de mí la terrible orfandad de la que soy presa. Su voz, su abrazo, su mirada, su exquisito sentido del humor viajan conmigo como paraguas invisibles bajo los cuales me protejo ante la crueldad y mezquindad de la mayoría de los seres que habitan este planeta. Padre, una palabra o gesto tuyo bastarían para sanarme.