Escuchando a Debussy y a Ravel, llegué a César Franck, compositor y organista de origen belga. Esta pieza es magistral. El violín y el piano dan la sensación de estar devorándose el uno al otro: el violín lo roe, dulce o tumultuosamente, y el piano a este, lo consume y lo adormece para luego clavarle, de modo intempestivo, cada uno de sus dientes.